martes, 10 de diciembre de 2013

No hay más mamadas

Esta tarde, volviendo de comprar los regalos de Navidad de nuestras sobrinas, he sido obsequiado con uno de esos carteles que tanto me cautivan y me hacen reflexionar.


Obviamente es un claro ejemplo de vecino cabreado que, a modo de desahogo, tira de Word e impresora para ahuyentar sus demonios internos (en este caso los visitantes externos).

Mi primer pensamiento se detiene en "Casa de masajes". Yo, que a falta de Internet, pasé mi calenturienta adolescencia leyendo los clasificados de los periódicos, no puedo evitar asociar los conceptos "casa de masajes" con "piso de putiferio". Si no, tampoco entiendo el enfado de este vecino o representante de la comunidad como para llegar a colgar un aviso de este tipo.

Y además, ¿tanto trasiego de gente buscando a la masajista en cuestión hay en esta calle secundaria de un barrio poco céntrico? Y la gente que busca a la profesional en cuestión (llámese prostituta o fisioterapeuta), ¿tanto ahínco pone llamando al tuntún en este portero automático a ver si da con la persona que les aliviará la tensión del día?

Yo opino que esta historia solo puede acabar como el chiste aquel de Gila y que alguien llame un día al señor vecino diciendo: "Soy la masajista, ¿ha preguntado alguien por mi?"

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