martes, 30 de julio de 2013

Forever Young (parte II)

Para conseguir la ambientación adecuada en la fiesta tuve que traer mi maleta de los trucos y pasar antes por la farmacia para comprar un elemento que se me ocurrió a última hora.


Tiritas. De esta manera, la larga tradición de personalizar los vasos de tubo podría solucionarse esta vez con un fácil e ingenioso sistema de identificación al mismo tiempo que lo enlazaba con el tema vampírico.


Lo siguiente fue decorar un poco los cuatro rincones básicos de la casa. En primer lugar, el ahorcado. De esta manera se delimitaba la zona pública de la privada. Unos pantalones, dos botas, un periódico para relleno y un poco de hilo de pescar provocaron un par de sobresaltos a la gente que fue a utilizar el cuarto de baño.


Máscara antigás con ojos siniestros. Un par de "dedos-láser" que venían con las cajas de Nesquick, un poco de celo y unos calzoncillos para dar volumen a la máscara y ya está. Este sencillo aplique está inspirado en las calabazas iluminadas de Halloween.


Murciélagos de papel. Papel blanco, rotuladores negro y rojo, tijeras e hilo de nylon. Si además cuelgas al bicho en un lugar donde hay corriente de aire, tienes la diversión asegurada.



Puerta del rellano. El efecto de utilizar la mirilla para que forme parte del dibujo del personaje no es nueva pero me hace gracia y no puedo evitar repetir idea.


Hora de maquillarse. Un poco de polvos de talco, sombra de ojos de la Sra. Arnolfini y sus buenas manos convirtieron a este gañán en el personaje demacrado que recibiría a los invitados a la puerta.


Para acabar de dar el toque terrorífico, un poco de russian red bien aplicado. La chistera venía con la maleta y me confería un aspecto siniestro a la par que elegante.


Fernando, con sus colmillos del todo a cien. Lo que daba auténtico miedo era la posibilidad de intoxicarse con semejante piñata.


Tras unos cuantos años invitando a la gente a esta fiesta, es lógico que al final alguien se tome la libertad de pintarrajear un mensaje graciosete en el espejo del cuarto baño. Pensaremos que se puede quitar con facilidad...


La Sra. Arnolfini, primer sujeto vampirizado de la velada.


Olga, el espectro que se aparece cada vez que dices "Verónica" tres veces delante del espejo tampoco se libró del mordisco del vampiro.


El trío cumpleañero en los fogones del infierno.


Con una iluminación solo a base de velas se consiguieron dos objetivos: que no se viera la mugre del comedor y dar ese toque romántico que lo peta en los bares de Chueca.


Imponente despliegue de ganchitos, canapés, olivas, tortilla de patatas y bravas a la luz de las velas.


Un par de súcubos hablando de sus cosas.


Una veintena de velas ardiendo en una habitación llena de gente no ayuda a mantener un ambiente fresco, pese a los esfuerzos del aparato de aire acondicionado. La lógica consecuencia es que el macho alfa saque pecho.


Tres mujeres intuyendo peligro.


Tres mujeres reaccionando de diferente manera ante dicho peligro.


El peligro en cuestión: una invitada, la cual probablemente lleve cierta cantidad de alcohol en el cuerpo, esgrime con dificultad un mandoble en un espacio reducido y lleno de gente.


Las velas se van consumiendo y con ellas nuestras energías.


Así que, señoras y señores, su enterrador se despide deseándoles horribles sueños.


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