viernes, 15 de febrero de 2013

Segundas partes nunca fueron buenas

Unos días después de poner la reclamación de los 53 céntimos a Movistar me llega la factura del teléfono en la que supuestamente (bueno, supuestamente no, lo indicaba el señor Gayo en su carta) me abonarían el pequeño desliz que tuvieron el mes anterior.

Pues bien, señoras y señores, no solo no me abonan lo que me deben sino que vuelven a cobrarme de más. Esta vez ya son palabras mayores: 9,98€. Con este dinero, en Barcelona, te puedes comprar un título multitransporte, recorrerte la ciudad de punta a punta 10 veces (5 si no te gusta viajar solo) y todavía te sobran 18 centimillos de euro. No sé que se puede hacer hoy en día con 0,18€ pero bueno, algo se os ocurrirá.

Pues bien, llamo a esa gente dicharachera del 1004 y les expongo el caso. Me atiende un tipo de esos a los que sin mirarles a la cara te das cuenta de que no te van a alegrar el día precisamente. Me contesta que ya tienen cursada una incidencia pero lo que yo le recalco es que le estoy poniendo otra reclamación. Sin mediar palabra transfiere mi llamada a un lugar muuuy muuuuy lejano. Sí amigos, al otro lado de la línea telefónica, acompañado de un sonido deficiente, me atiende un hermano sudamericano.

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Estos chicos tienen esa especial característica de hablarte y hacerte creer que eres muy pero que muy tonto. Te hablan despaciiito y acaban las frases con la expresión "si?". Me llego a imaginar que he sufrido un accidente que me ha dejado en estado vegetativo y solamente me puedo comunicar pestañeando. Un pestañeo para sí, dos para no. Me pregunta que qué quiero, le explico mi caso y que me han pasado con él.

Me aclara que me estoy comunicando con el departamento Movistar On-line y que si mi consulta no está relacionada con eso, él no me puede ayudar. Evidentemente el incapaz que me ha atendido en primer lugar me ha mandado a un callejón sin salida porque cuando al tipo de Movistar On-line le pido que vuelva a transferirme al departamento de incidencias, me dice que no es posible, que tengo que volver a llamar.

Empecemos de nuevo. No es primavera pero la sangre ya bombea alterada.

Se pone una chica, esta vez anoto bien el nombre de la persona que me atiende y hago una declaración de principios: "Mira, es la segunda vez que llamo. La persona que me ha atendido antes se me ha quitado de encima y ahora mismo no estoy muy contento así que vamos a ver si tú y yo nos entendemos".

Con mi ya asumida faceta de juglar, explicando la misma historia en una y otra aldea, pongo a la chavala en situación. Me dice que me espere un momento. El momento se traduce en 10 minutos de espera, lo cual hace que a mi acelerado bombeo de sangre se añada un palpitar de venas en mis sienes.

Al cabo de ese rato me explica que Movistar me está haciendo un seguimiento de la incidencia, que toman nota de mi nueva reclamación y que todo se solucionará. Sí claro, qué bonito es todo... de hecho en ese momento, en un rincón de mi portentoso cerebro emerge esta escena:



Ejem... Para retomar la conversación con hechos algo más tangibles le pregunto qué ha pasado con el abono de la reclamación anterior. Al ser un importe pequeño es posible que se haya pasado por alto, me responde.

Vale, le pido que me proporcione un número de incidencia para la nueva reclamación. No es necesario, como me están haciendo el seguimiento (el que hagan eso conmigo me fascina y me inquieta al mismo tiempo), el número de incidencia es el mismo (mentira podrida porque la carta que recibí sí lleva un número propio de incidencia).

Me asegura que todo se arreglará, que confíe, blablabla, más piruletas y más gominolas.

Cuelgo y a los minutos me llama el robot llamador para hacer la encuesta de satisfacción. Como en la primera llamada no tuve opción de puntuar, voy a valorar el servicio de las dos llamadas en su conjunto. Para ser magnánimo marco un 1 en una escala del 0 al 10.

Mierda. Al calificar la atención con un 1, un mensaje grabado me avisa que transferirán la llamada a un agente comercial para tratar de entender el motivo de mi baja satisfacción. Afortunadamente el sistema peta y la llamada se va al garete.

Al cabo de una semana llega otra cartita del amigo Gayo:



Viene a decir lo mismo que en la carta anterior pero con dos diferencias: una es que en esta ocasión se detalla en el reverso una factura desglosada de abono. Y en segundo lugar, en vez de indicar que se abonará en el próximo recibo, notifican que me transferirán directamente el dinero en la cuenta.

Efectivamente a los pocos días me ingresan el dinero en el banco. Todo perfecto, pero hay un pequeño detalle... y es que de los 53 céntimos de la primera reclamación no se sabe nada.

Tema para un próximo post, por descontado.

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