sábado, 6 de octubre de 2012

El kiwi misterioso

Ayer a media mañana bajé a comprar el pan. Al regresar a casa miré si había correspondencia en el buzón pero no, no la había. Sin embargo, algo situado por encima de mi campo de visión atrajo mi atención.


Había un kiwi en lo alto de los buzones.

Normalmente cuando a alguien se le cae algo por el patio (generalmente un calcetín, unas bragas, las propias pinzas de tender) los vecinos de abajo se encargan de depositarlo encima de los buzones del vestíbulo.

Pero el kiwi no tenía aspecto de haber realizado ese tipo de trayecto. Primeramente porque no es normal que una pieza de fruta trate de huir por el lavadero; en segundo lugar porque su aspecto no presentaba los signos característicos de traumatismo por caída de una altura elevada.

La hipótesis más plausible era que a uno de los vecinos se le hubiera caído de las bolsas de la compra al volver del mercado. Caso cerrado.

Para documentar este curioso hecho saqué una foto con mi teléfono móvil y subí a mi casa.

Por la tarde, cuando mi mujer volvió del trabajo le pregunté distraídamente si había visto el kiwi.

Ella reaccionó de una manera peculiar: se mostró sorprendida por la pregunta. En lugar de responder sí, no o de qué kiwi le estaba hablando, me preguntó a su vez dónde estaba el kiwi.

Entonces todo cuadró.

Le pedí que viniera conmigo para enseñarle en el ordenador (donde me había descargado la foto del móvil) el paradero de la fruta peluda.

Su expectación iba en aumento y, cuando le enseñé la imagen de los buzones, se echó a reir.

Resultó que al llegar la hora de comer en el trabajo, sacó de su bolsa la fiambrera, los cubiertos y se percató de que el kiwi que llevaba de postre se había esfumado. Extrañada, comentó el asunto con sus compañeras, una de las cuales le regaló una manzana y ahí se quedó la cosa.

Hasta que yo le enseñé la foto.

El problema vino cuando me dijo si yo había recogido el kiwi. Cómo iba a yo a recoger algo que no sé si es nuestro. Cuando identifico uno de mis calcetines o, si me apuras, una de sus braguitas, lo agarro y lo devuelvo a su hogar. Pero un kiwi anónimo, del cual nadie a denunciado su desaparición, no me lo echo yo al bolsillo a la primera de cambio.

Le sugerí que bajase a ver, que a lo mejor estaba allá todavía. Se fue, volvió y completamente indignada dijo: "pues ya no está! quién lo habrá cogido? y por qué alguien tiene que llevarse algo que no es suyo?"

En definitiva, hemos pasado de un rutinario caso de desaparición a lo que es un secuestro en toda regla. Pero mucho nos tememos que a este colega de Nueva Zelanda ya no vamos a verle más el pelo.

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