jueves, 19 de abril de 2012

Redenominación de origen XXXII: "El mechero de Troya"

Una fuente anónima en los archivos secretos del Vaticano revela que los ingresos de la Iglesia no siempre se obtuvieron de la manera legal acostumbrada tal como la venta de bulas y favores, amenaza de excomunión, subasta de multipropiedad en el Paraíso, recaudación de donativos a fondo perdido, etc.

En los periodos en los que la ciudadanía no se mostraba muy concienciada con la causa de la fe y marcaba con una X la casilla de "a fines sociales", los doctores de la Iglesia tuvieron que recurrir a la desagradable tarea del latrocinio.


Tomando como referencia los poemas homéricos de la Odisea, el estamento religioso decidió regalar a los comerciantes más acaudalados y poco dadivosos con la Iglesia un mechero tipo Zippo de proporciones descomunales.

Cuál era la historia que les explicaban a estos incautos no ha trascendido pero el caso es que, cuando caía la noche, del interior del encendedor fraudulento salía un venerable monje y arramplaba con todo lo que pillaba por delante.

En caso de ser sorprendido la cosa no llegaba a mayores puesto que se trataba de robo sin fuerza y que el delincuente era una persona de avanzada edad. El sacerdote ponía cara de pena, decía que lo sentía y prometía que no lo volvería a hacer.

En caso de que la víctima no retirara la denuncia, se le acusaba de no creer en el perdón divino, causa clara de herejía y por lo tanto condenada a arder en la hoguera.

Una idea redonda, como la hostia.

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