jueves, 11 de febrero de 2010

De perdidos al bar, al bar de Perdidos

 
Si por un momento pensé que ir a ver el primer capítulo doble de la última temporada de Lost en el bar temático que hay en la ciudad sonaba algo friki, mis pensamientos se disiparon cuando constaté que en el mundo hay gente todavía más enferma que yo.

De entrada, este martes era el estreno en Cuatro, pero los auténticos seguidores ya habían acudido una semana antes al bar para visionar el estreno en la Fox en su versión original, sin subtitular ni nada.

Eso les permitió conocer los detalles ocultos como por ejemplo que en el minuto 4:40 del primer episodio, un tiburón cruza el lecho marino con el logo de la Iniciativa Dharma dibujado en la cola, entre otras cosas de gran interés. Bueno, seguramente no lo vieran realmente la primera vez, pero se enterarían a través de algún foro de fanáticos y les faltó tiempo para gritar histéricos: "¿Habéis visto el logo?¿Lo habéis visto?".

En mi afán por documentar al máximo todo lo que trato, me he descargado el episodio y le he estado dando al pause una y otra vez hasta que el fotograma con el maldito escualo ha quedado más o menos visible en el monitor. Y sí, algo se ve, pero ni de lejos una persona normal y corriente detecta eso a primera vista.

También apareció un grupito de gente con maletas de viaje, que ya es el colmo de las ocurrencias. No les bastaba con llevar una camiseta temática como hice yo para que no me señalaran con el dedo.

Luego estaban los que, con una actitud más cercana a la mía iban sacando fotos del curioso local, con su compuerta de búnker, la cola del avión empotrada en la pared, los logos de las estaciones Dharma, etc.


Pero definitivamente lo más curioso de todo era llevarse al gaznate una cerveza Bharma, customizada con el ya legendario símbolo lostiano.

El precio no es que sea popular (3 eurípides), aunque por hacer la coña un día, está bien. El baño pone un poco de los nervios, pero no es porque se oigan los ruidos amenazadores del monstruo de humo ni la alarma del búnker, sino porque es un bucle constante que no descansa y que peta a un volumen demasiado elevado. Más que un váter maqueado es como un túnel del terror, que crispa más que asusta.

Y nada, el visionado de los capítulos bien, rollo cine-fórum, contando con la presencia de un bulldog francés tremendamente aburrido en brazos de su insensata dueña. El incauto chucho se pensaba que iba a orinar por las farolas del barrio y acabó escrutando los caretos de los fans que nos habíamos congregado en ese sitio tan raro.

También había un cámara de Cuatro dando un poco por saco con la antorcha de su cámara a lo largo de buena parte de la noche, intentando captar momentos de excitación entre la audiencia allí reunida. A la vista de los pobres resultados, el hombre terminó pidiendo a alguna que otra sufrida espectadora que tuviera un "espontáneo" arranque de júbilo. Lamentable a morir.

Y a diferencia del final de un partido, en el que el equipo de uno pierde o gana, la afición del lugar se retiró discretamente por donde había venido, sin entonar cánticos ni quemar contenedores; tan sólo tratando de desentrañar los insondables misterios de la serie y calculando si realmente en una temporada va a dar tiempo a resolver todas las incógnitas que encierra la isla.

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