viernes, 8 de enero de 2010

War on error (III)


En aras de fomentar aún más el malrollismo internacional, el Departamento de Estado de los EEUU ha clasificado a los países en dos categorías:

1) Patrocinador Oficial de Terrorismo Integrista. Son los países pata negra en cuanto a odio profesado hacia el país paladín de la Libertad. La lista está encabezada (por aclamación popular) por Yemen, seguido de cerca por Siria, Afganistán, Pakistán, Irán, Argelia y Malí. En una primera ronda clasificatoria se había incluído a Cuba (con una probada y ancestral tradición yihadista) y Nigeria. Nigeria en última instancia ha protestado a los árbitros, ya que el gol no fue válido por lo que, junto al equipo del Patria o Muerte, han descendido a la calificación de:

2) Países de interés especial, compuesto por los siempre jocosos y dicharacheros malhechores de Libia, Somalia, Sudán, Líbano, Arabia Saudí e Irak (estado nº51 de la Unión). Corea del Norte ha quedado exenta de las Olimpiadas del Mal; probablemente será porque sus paisanos no suelen salir a menudo de su alambrado país.

Pero recientes acontecimientos obligan a crear un tercer grupo, aunque sea a efectos honoríficos:

3) Los países gamberros. Si tras visionar la saga Hostel no quedó suficientemente claro lo hijoputas que podían llegar a ser los eslovacos, lo han vuelto a demostrar en los primeros días de este 2010, que se revela de todo menos aburrido.

Como parte de un ejercicio de seguridad en los aeropuertos de Bratislava y Poprad Tatry, el pasado 2 de enero la policía eslovaca colocó diferentes elementos prohibidos (droga, explosivos y detonadores) en maletas seleccionadas al azar de pasajeros reales. Para dar mayor verosimilitud, a la par que risa, no se informó a los desprevenidos ciudadanos.

Los perros policia hicieron perfectamente su labor en ambos aeropuertos, pero en Poprad Tatry los agentes sólo retiraron uno de los dos paquetes con explosivo plástico que había ocultos en la maleta de Stefan Gonda. Stefan, un electricista eslovaco residente en Irlanda, estaba convencido de que ya había pasado lo peor de las Navidades por el simple hecho de pasarlas con su familia. Mientras, el resto de la ciclotrimetilentrinitramina, también conocida como RDX o T4, embarcaba en la bodega del avión de Danube Wings con destino a Dublín.

Al percatarse del error, la policía avisó enseguida al piloto del avión, el cual estaba a punto de despegar, pero éste al ser informado de que el explosivo por si sólo no constituia una amenaza para la seguridad, decidió proseguir con el plan de vuelo. Era sábado por la tarde y había quedado para tomar unas pintas.

El avión llegó a Irlanda, Stefan retiró su equipaje y se fue a su casa, ajeno, al igual que las autoridades irlandesas, de lo que felizmente transportaba en la maleta. En efecto, a los eslovacos se les olvidó informar a sus homólogos irlandeses del desliz por lo que hasta el martes siguiente no hicieron la llamada. Esto, así a bote pronto, puede resultar un tanto desconcertante, por lo que hay que aventurar la siguiente conjunción de hechos:

1) Fin de semana después de Año Nuevo, no hay ningún mando disponible en la oficina de la policía fronteriza.

2) El lunes, reunión a primera hora para ver a quién le endilgan el marrón de llamar para localizar a las autoridades del país destinatario del explosivo.

3) Lunes por la tarde, tras llamar a Lublin, en la vecina Polonia, alguien se percata de que alguien escribió mal la primera letra de la ciudad. Seis de la tarde, fin de la jornada laboral. Cervezas en el café Razy.

4) Martes por la mañana, encuentran a un cadete novato que sepa hablar inglés y llaman al número de la An Garda Síochána (+353-1-666-6666), les dan la información y cuelgan rápido.

Sea como fuere, lo que está claro es que los irlandeses, al recibir la llamada de un sujeto con un marcado acento de la Europa del Este, hablando de explosivos a manos de un electricista se lo tomaron francamente en serio. Tibor Mako, el jefe de la policía fronteriza en Poprad Tatry declararía posteriormente que “no soy un experto en pirotecnia pero, en base a las explicaciones, esa cantidad de explosivos no rompería ni una puerta”. Pues a Stefan Gonda, se la echaron abajo de una patada, desalojaron varias viviendas colindantes y acordonaron la zona. Y se lo llevaron al cuartelillo naturalmente, donde fue sometido a tres horas de interrogatorio. Finalmente salió en libertad sin cargos y con un mosqueo acojonante.

Dentro de la tremenda putada que le ha supuesto, el señor Gonda ha tenido suerte de no haber viajado con el paquete sorpresa a países con tan poco sentido del humor como Rusia o Arabia Saudí, puesto que probablemente hubiera acabado colgando de una soga o recogiendo los dientes en el suelo de un calabozo.

El gobierno irlandés ha recibido críticas del Fine Gael, el principal partido de la oposición, por haber fallado los controles de seguridad al dejar entrar el explosivo al país. La réplica lógica ha sido que los controles sólo se aplican a los pasajeros que salen del aeropuerto, no a los que llegan.

Esto acaba de dejar la puerta abierta a la siguiente conclusión lógica:si uno no se puede fiar de los dispositivos de control de los otros países, deberían implementarse controles exhaustivos del equipaje a la llegada.

Eso es estupendo: gracias a la acción combinada de Yemen y Nigeria, deberemos llegar al aeropuerto con la antelación suficiente para pasar los cacheos sin perder el vuelo, y gracias a los camaradas eslovacos, el proceso de llegada se prolongará el tiempo necesario hasta examinar los equipajes.

Eso si tienes la suerte de que no te pierdan la maleta, o que te la detone la Guardia Civil, pero eso es tema para la siguiente parte.

[fin de la tercera parte]

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